[Eriol T. Harlaown] Escaflowne: Veinte años de un romance de leyenda
Por
Roque A. Espinoza Bravo
el
30.4.16
Las historias van y vienen. Algunas de ellas toman forma de
cuentos rurales, leyendas campestres y fábulas propias del folklore de diversos
países. Todos estos relatos tienen en común el hecho de ser traspasados a
través de cada generación de niños y adultos, partiendo desde el pariente
cronológicamente más lejano dentro del árbol genealógico familiar.
No sé si esta historia creada desde la ficción, pero
inspirada desde las lejanas leyendas que contaban la historia de una tierra
perdida en medio del atlántico pueda perfectamente entrar dentro de ese grupo
selecto de obras que han podido trascender desde una literatura folklórica de
diversos países, a pesar que sea una creación proveniente del pensamiento
contemporáneo. Una historia que habla de la leyenda de una chica que parte a
otro mundo lejano de su planeta. Un día 2 de abril pero de 1996 se estrenaba uno
de los mejores trabajos de la animación japonesa en muchos sentidos. Hablamos
de “Escaflowne” que se estrenó por esa fecha por las pantallas de la televisión
japonesa.
La chica que llego desde otro mundo
“¡Estoy preparada para
volar!” Esa es la principal frase que utiliza Hitomi Kanzaki para desplegar
su mejor habilidad, el atletismo. Ella es una estudiante de preparatoria que
siente una profunda admiración a un joven compañero de su club. Además de ser
una apasionada corredora, tiene una extraña habilidad con la cual nació: El don
de la adivinación. Junto con ese don, recibió de parte de su abuela un hermoso
y extraño colgante que sincroniza exactamente con el tiempo. A su vez, tiene
extrañas visiones sobre un mundo medieval, con máquinas gigantes que luchan en
medio de una sangrienta guerra. Yukari, su mejor amiga le cuenta sobre la
partida de esa persona a la que más admira.
Bajo ese contexto, Hitomi busca confesar sus sentimientos a
Amano, quien parte al extranjero y esta le realiza una promesa: Superar el
record de trece segundos en los cien metros planos. Sin embargo, mientras realiza
esa prueba, en medio de la pista se encuentra con un extraño joven que aparece
casi por arte de magia y con un solo objetivo, derrotar a un dragón como parte
de su prueba para convertirse en príncipe de un pequeño país, dentro de un extraño
mundo. Por extrañas circunstancias, una vez destruida la bestia, el broche de
Hitomi comienza a iluminar y el cielo la absorbe junto con el extraño joven
llegando a un sitio desconocido en donde la Tierra y la Luna iluminan sus cielos.
Hitomi llega a Gaia, Un mundo vecino a su tierra.
El desarrollo de esta historia es por todos conocido por los
que la hemos visto: Un príncipe de un reino caído (Van Fanel); Un elegante
soldado que aparece entre esta particular pareja (Allen Shezard); Una extraña mezcla
entre niña y gato (Merle); Una hermosa e inteligente princesa (Milerna); Un(a)
sádico(a) y sanguinario(a) soldado de una tierra invasora (Dilandau) y un
misterioso hombre que forma parte del pasado de Van (Folken). Todos estos personajes
poseen una propia historia, con un pasado amargo que en algún momento de sus
vidas les ha tocado enfrentar y que buscan a través de sus acciones esa
redención tan esquiva; algo de lo cual Hitomi jamás pensó en estar involucrada.
Tal vez “La Serpiente” y “La Torre” (los naipes del tarot que visualizó antes
del comienzo de su aventura) representan las imágenes más claras de un mundo
arriba del suyo y en donde una extraña pero maravillosa máquina es el fiel
reflejo de una tecnología perdida quizás en algún momento de la historia de la
humanidad.
Da Vinci, la mitología y la tecnología
Uno puede pensar que esta historia con ribetes propios de
los universos medievales puede traer a la memoria otras animaciones un poco más
modernas como Berserk, Claymore o Akame Ga Kill!. Sin embargo, si hay algo que es característico de
esta serie es la presencia de una tecnología que bien puede parecer
rudimentaria, pero que a los ojos del espectador se ve maravillosa en todo
sentido. Muchas de ellas son reflejo de un sueño que el ser humano hace
trescientos años atrás quiso llevar a cabo gracias a los regalos que ofrece la
naturaleza en torno al uso de energías renovables como el aire o el vapor de
agua.
El mejor reflejo de esto último es el “Guymelef” (nombre que se le da al mecha dentro de esta serie). Su
funcionamiento ilustra el uso de una mecánica que puede parecer imaginaria y propiamente
tal de los primeros proyectos de vehículos creados por la humanidad y que tuvo
como su punto máximo el surgimiento de la locomotora como medio de transporte
impulsado por la fuerza tanto del fuego como del vapor. Sin embargo, mucho del funcionamiento de estas extraordinarias maquinas es gracias al "energist", una especie de fosil que le entrega casi vida propia a estas maquinas.
La gran excepción a toda esta
regla es “Escaflowne” el cual dentro de la serie es considerado como el Guymelef por
excelencia, y que cuyos poderes van más allá de todo lo que se puede apreciar dentro
de ese universo, inclusive más avanzado que las máquinas del malvado imperio de
Zaybacher.
Sin embargo, otro tipo de máquinas voladoras hacen presencia
dentro de la serie, algunas de ellas réplicas de los antiguos planos creados en
el siglo quince por nada más y nada menos que Leonardo da Vinci. El mejor
ejemplo de ellos es la nave de los subordinados de Allen Shezard. La máquina
que funciona en parte gracias a la energía eólica bien representa el fiel
reflejo del sueño del gran intelectual de la época moderna, quien tuvo la
visión de una maquina inspirada en el vuelo de las aves. Como bien sabemos, si
esos diseños de Da Vinci hubieran sido recreados en esa época, todos esos prototipos
hubieran fracasado. Sin embargo, esas ideas dieron paso a un sinfín de pruebas
con tal de lograr el milagro de la aviación, algo que fue posible gracias a los
experimentos hechos por los Hermanos Wright a principios del siglo XX.
Pero hay un elemento que quizás permite resumir todo esto.
Algo que dentro del universo en que se envuelve Gaia es el objeto de codicia de
parte de Dolkirk, el gobernante de la nación invasora. La imagen de un país
perfecto, con tecnologías avanzadas y donde los seres confraternizan sin odios ni
guerras. Atlantis (o La Atlántida para muchos) es el símbolo más claro de uno
de los misterios más simbólicos de la mitología dentro de la historia humana.
Algunos creyentes afirman que en medio del océano atlántico existió un
continente donde la vida era próspera y las edificaciones consistían en
elegantes palaciegos que mostraban belleza y ostentación. Si bien muchos de los
detalles de la existencia de este continente están basados en relatos del filósofo
griego Platón, algunos aún consideran su existencia como algo inverosímil,
incluso, generando diversas teorías de conspiración entre ellas la del gigantesco
planeta Hercobulus. La imagen de este continente es vista desde Escaflowne como
una tierra ideal, donde se esconde no solo el secreto de todo el mundo de Gaia,
sino que también se encuentra el pasado oculto de los príncipes del destruido
reino de Fanelia, los cuales derivan de una tribu legendaria de ese mundo
considerado como maravilloso pero a la vez maldito.
De este último aspecto, podemos relacionar otro dentro del
universo de la serie, y ese es el de las tecnologías perdidas, las que hablan de
extrañas máquinas existentes en el pasado de la humanidad, algunas de ellas impensadas
en los tiempos de hoy y manejadas por hombres de las antiguas civilizaciones
(Mayas, Aztecas, Incas), las que presumiblemente son obra de seres
extraterrestres que llegaron varios siglos antes de la colonización española en
América.
La banda sonora: Un sello de la serie
La concepción de que toda gran producción debe tener detrás una
gran banda sonora es algo claramente certero. Diversos maestros de Hollywood se
han encargado de crear obras que han quedado en la inmortalidad y que hasta el
día de hoy son algo inolvidable. Esta serie tampoco es la excepción y creo -sin exagerar-
debe ser la mejor banda sonora puesta en una serie de animación japonesa en la
historia.
Detrás de todo el aparataje musical de Escaflowne, se encuentran
las figuras de Yoko Kanno y Hajime Mizoguchi, los que en cuatro discos
resumieron toda la obra musical creada para la serie animada. Por supuesto, está
la voz de Maaya Sakamoto quien no solo interpreta el opening de la serie, sino que también presta su voz para otras
canciones anexas dentro de la animación, además de ser la seiyu del personaje principal (Hitomi).
La creación d la música requirió de la cooperación de una
orquesta extranjera. Para hacer posible la magia musical de la serie, Yoko
Kanno viajó hasta Polonia para requerir de los servicios de la Orquesta
Filarmónica de Varsovia y un coro también de ese país, los que colocan ese
sello musical distintivo de la serie. Este trabajo que fue grabado por el sello
Victor Entertaiment tuvo como
resultado, a gusto de quien escribe, algo sencillamente sublime.
En fin, lo que el estudio SUNRISE nos obsequió en 1996, fue una obra magnifica dentro de la
gran cantidad de producciones realizadas por la industria de la animación
japonesa. No quizás para formar parte de una quinta revolución dentro del género,
pero si para cautivar a un público impresionado por la historia creada por
Kaizou Aki en 1994. Diversas son las imágenes que dejó este anime, muchas de
ellas altamente emotivas. Pero lo que más cautiva dentro de esta historia es
cómo de a poco fue naciendo un amor en un mundo hostil. Un vínculo que se
coronó con una frase que Hitomi soltó al final del episodio veintiséis: “¿Nos volveremos a ver?”. Tal vez, en
una de esas situaciones, el deseo de Hitomi se cumplió. Quizás, aún está a la espera.
Nos vemos en otra ocasión