El Reporte de Breetai: El Cosplay Por Sobre Todas Las Cosas
Por
Anónimo
el
31.7.10
Desde que Occidente, y más particularmente Latinoamérica, sucumbiera ante la fascinación de la "cultura otaku" japonesa, el "cosplay" o interpretación de roles por medio del disfráz, ha sido uno de los elementos de mayor acogida entre la fanaticada, tanto así que hoy en día es dificil no relacionar esta actividad con la realización de convenciones dedicadas al comic y/o el manganime. Hoy en día, es común ver como muchos jóvenes -incluso aquellos que rondan la veintena- asisten a este tipo de eventos disfrazados como sus personajes favoritos, siendo los más populares aquellos provenientes de los títulos más recientes del anime.
La actividad del cosplay es de hace años. Algunas fuentes citan su origen en los primeros Comic Markets (o Comiketto) realizados en Odaiba, Tokio, durante la década de los 70s. Otros lo atribuyen a la adaptación de una vieja costumbre norteamericana, que mezcla las tradicionales mascaradas de los días de carnaval con la evocación y memorabilia de los clásicos de la ciencia ficción y la fantasía. Algunos citan al productor y escritor Nobuyuki Takahashi como uno de los precursores, quien tuviera la idea luego de asistir a la Convención Mundial de Ciencia Ficción de 1984 en los Estados Unidos.
Como sea, el cosplay se convirtió en la actividad favorita de millones de geeks alrededor del mundo a la hora de asistir a eventos en los que se rinde culto no solo a la animación japonesa o al comic, sino también a los éxitos de la televisión, el cine y principalmente, la ciencia ficción. En todos estos casos, ese gusto por el disfraz es visto como una forma de rendir tributo a personajes que marcarón la vida de sus fans.
En el caso particular de países como Venezuela por poner un ejemplo cercano, el cosplay surge de manera muy lenta, practicándose tímidamente en el marco de las primeras convenciones de anime y manga. Desde entonces, ha ido evolucionando poco a poco hasta tener una gran aceptación dentro del fandom, siempre como una sencilla forma de recrear personajes altamente queridos por sus admiradores. Pero como no todo es color de rosa y nada dura para siempre, el panorama pronto comenzaría a cambiar, convirtiendo lo que antes solía ser un mero complemento para la afición en algo más allá, motivado una vez más por la mala costumbre de aquellos que suelen obsesionarse en demasía.
El panorama actual dentro del fandom del manganime es desalentador, y es algo que se ha hablado ya muchísimo. el autodenominado "otaku" ha cambiado las reglas del juego de tal manera que, en principio, pareciera que su objeto real de admiración no fuera más que una mera excusa para pertenecer a un estrato social donde acomodarse, actuando y vistiendo de cierta manera solo para diferenciarse del resto de la sociedad. En otras palabras, la afición ha sido reducida sistemáticamente a una mera tendencia urbana adolescente, donde el objetivo primordial es parecerse lo más posible al otaku japonés. Y es aquí donde el cosplay cambia su finalidad original, convirtiéndose en un signo de estatus, por medio del cual muchos buscan superar a los demás.
El cosplayer pasó de ser un fan cualquiera a algo similar a un rockstar, un "artista" digno de admiración y a quien incluso algunos llegan a calificar de "profesionales". Nombres como Franceska Dani, Fantasy Ninja o similares se han convertido en referencias de un Olimpo virtual que tiene sus bases en páginas como Cosplay.com, a cuyos aposentos muchos se esfuerzan por entrar, como si del Studio 54 se tratara.
Aunque es innegable que la calidad de estos disfraces ha mejorado muchísimo gracias a esta nueva visión, también ha generado cierto tipo de comportamientos y rivalidades que en otros tiempos eran impensables. Incluso iniciativas grupales que en un principio tenían como norte la difusión del manganime como medio de expresión, han terminado por convertirse en colectivos especificamente dedicados a la actividad del cosplay, con miras a competir en concursos especializados, lo cual dice muchísimo de como ha cambiado la mentalidad dentro del mundillo.
Hoy, la visión del "otaku" gira en un alto porcentaje en torno al cosplay, llegando al punto de gastar grandes sumas de dinero en materiales y confección, todo con el único propósito de convertirse en la próxima estrella del evento de turno, y porqué no, en el nuevo campeón del Yamato Cosplay Cup o algún concurso parecido. Olvídense de los mangakas, historietistas y/o directores de la industria de la animación: El cosplayer mató a las estrellas de la tele.
Otro punto interesante en esta nueva visión del cosplay viene a juego gracias a la eterna búsqueda de la fidelidad con el personaje a mimetizar. Y es que, bajo la excusa de que los cosplayers deben ser idénticos a sus personajes, muchos se han tomado licencias para llegar a proferir comentarios que en otra época jamás habrían sido capaces de hacer. Cosas del tipo "Tu no deberías ir de Naruto puesto que tu piel es oscura", "a tí te falta busto para hacer de Motoko Kusanagi" o "ella está muy gordita para hacer a Sailor Moon" son actualmente el pan de cada día dentro del fandom cosplayero. Y es que, si bien es cierto que hay que tener criterio a la hora de encarnar a algún personaje ficticio (porque a pesar de todo, hay extremos que no se deberían permitir a la hora de hacer cosplays), en muchos casos hay que tener cierto nivel de tolerancia, cosa que al parecer, la nueva escuela del cosplay no posee.
En muchos casos, los comentarios suelen ir más allá: "Tu eres negro(a), no puedes hacer cosplay de anime" o "¡Negro no es visual!" (en referencia al Visual Kei). Como sea, diera la impresión que dentro de ese nuevo fandom, solo unos cuantos pudieran tener el privilegio. Y de hecho, no son pocos los que asumen dicha actitud con total orgullo.
Como sea, el punto aquí sigue siendo el mismo que tanto se ha discutido en ocasiones anteriores: todos los extremos son malos y hay que evitar llegar a ellos. Dentro de todo, como actividad cuyo fin fundamental es el de divertirse y rendir tributo, el cosplay es tal vez una de las más interesantes manifestaciones que existen dentro del fandom, y afortunadamente, aún hay muchos que, sin fundamentalismos ni pretensiones, simplemente la realizan por el simple gusto de encarnar a su personaje favorito. Y aunque es innegable que es imposible no maravillarse con el trabajo de muchos de los "ídolos del cosplay" (porque hay que admitirlo, a pesar de todo lucen geniales), no hay que perder el norte: se trata tan solo de un hobbie.
Y nisiquiera eso, se trata de un mero complemento para darle algo de color a ese hobbie que tanto nos gusta. Disfrazarse siempre es divertido, siempre y cuando se tenga en mente que se trata tan solo de eso, de simple diversión y no de una vía para llegar a un estrellato de cartón y creerse mejores que los demás.
La actividad del cosplay es de hace años. Algunas fuentes citan su origen en los primeros Comic Markets (o Comiketto) realizados en Odaiba, Tokio, durante la década de los 70s. Otros lo atribuyen a la adaptación de una vieja costumbre norteamericana, que mezcla las tradicionales mascaradas de los días de carnaval con la evocación y memorabilia de los clásicos de la ciencia ficción y la fantasía. Algunos citan al productor y escritor Nobuyuki Takahashi como uno de los precursores, quien tuviera la idea luego de asistir a la Convención Mundial de Ciencia Ficción de 1984 en los Estados Unidos.
Como sea, el cosplay se convirtió en la actividad favorita de millones de geeks alrededor del mundo a la hora de asistir a eventos en los que se rinde culto no solo a la animación japonesa o al comic, sino también a los éxitos de la televisión, el cine y principalmente, la ciencia ficción. En todos estos casos, ese gusto por el disfraz es visto como una forma de rendir tributo a personajes que marcarón la vida de sus fans.
En el caso particular de países como Venezuela por poner un ejemplo cercano, el cosplay surge de manera muy lenta, practicándose tímidamente en el marco de las primeras convenciones de anime y manga. Desde entonces, ha ido evolucionando poco a poco hasta tener una gran aceptación dentro del fandom, siempre como una sencilla forma de recrear personajes altamente queridos por sus admiradores. Pero como no todo es color de rosa y nada dura para siempre, el panorama pronto comenzaría a cambiar, convirtiendo lo que antes solía ser un mero complemento para la afición en algo más allá, motivado una vez más por la mala costumbre de aquellos que suelen obsesionarse en demasía.
El Cosplay como signo de estatus
El panorama actual dentro del fandom del manganime es desalentador, y es algo que se ha hablado ya muchísimo. el autodenominado "otaku" ha cambiado las reglas del juego de tal manera que, en principio, pareciera que su objeto real de admiración no fuera más que una mera excusa para pertenecer a un estrato social donde acomodarse, actuando y vistiendo de cierta manera solo para diferenciarse del resto de la sociedad. En otras palabras, la afición ha sido reducida sistemáticamente a una mera tendencia urbana adolescente, donde el objetivo primordial es parecerse lo más posible al otaku japonés. Y es aquí donde el cosplay cambia su finalidad original, convirtiéndose en un signo de estatus, por medio del cual muchos buscan superar a los demás.
El cosplayer pasó de ser un fan cualquiera a algo similar a un rockstar, un "artista" digno de admiración y a quien incluso algunos llegan a calificar de "profesionales". Nombres como Franceska Dani, Fantasy Ninja o similares se han convertido en referencias de un Olimpo virtual que tiene sus bases en páginas como Cosplay.com, a cuyos aposentos muchos se esfuerzan por entrar, como si del Studio 54 se tratara.
Aunque es innegable que la calidad de estos disfraces ha mejorado muchísimo gracias a esta nueva visión, también ha generado cierto tipo de comportamientos y rivalidades que en otros tiempos eran impensables. Incluso iniciativas grupales que en un principio tenían como norte la difusión del manganime como medio de expresión, han terminado por convertirse en colectivos especificamente dedicados a la actividad del cosplay, con miras a competir en concursos especializados, lo cual dice muchísimo de como ha cambiado la mentalidad dentro del mundillo.
Hoy, la visión del "otaku" gira en un alto porcentaje en torno al cosplay, llegando al punto de gastar grandes sumas de dinero en materiales y confección, todo con el único propósito de convertirse en la próxima estrella del evento de turno, y porqué no, en el nuevo campeón del Yamato Cosplay Cup o algún concurso parecido. Olvídense de los mangakas, historietistas y/o directores de la industria de la animación: El cosplayer mató a las estrellas de la tele.
¿Y porqué Sailor Mars no puede ser negra?
Otro punto interesante en esta nueva visión del cosplay viene a juego gracias a la eterna búsqueda de la fidelidad con el personaje a mimetizar. Y es que, bajo la excusa de que los cosplayers deben ser idénticos a sus personajes, muchos se han tomado licencias para llegar a proferir comentarios que en otra época jamás habrían sido capaces de hacer. Cosas del tipo "Tu no deberías ir de Naruto puesto que tu piel es oscura", "a tí te falta busto para hacer de Motoko Kusanagi" o "ella está muy gordita para hacer a Sailor Moon" son actualmente el pan de cada día dentro del fandom cosplayero. Y es que, si bien es cierto que hay que tener criterio a la hora de encarnar a algún personaje ficticio (porque a pesar de todo, hay extremos que no se deberían permitir a la hora de hacer cosplays), en muchos casos hay que tener cierto nivel de tolerancia, cosa que al parecer, la nueva escuela del cosplay no posee.
En muchos casos, los comentarios suelen ir más allá: "Tu eres negro(a), no puedes hacer cosplay de anime" o "¡Negro no es visual!" (en referencia al Visual Kei). Como sea, diera la impresión que dentro de ese nuevo fandom, solo unos cuantos pudieran tener el privilegio. Y de hecho, no son pocos los que asumen dicha actitud con total orgullo.
El Cosplay como hobbie o como obsesión
Como sea, el punto aquí sigue siendo el mismo que tanto se ha discutido en ocasiones anteriores: todos los extremos son malos y hay que evitar llegar a ellos. Dentro de todo, como actividad cuyo fin fundamental es el de divertirse y rendir tributo, el cosplay es tal vez una de las más interesantes manifestaciones que existen dentro del fandom, y afortunadamente, aún hay muchos que, sin fundamentalismos ni pretensiones, simplemente la realizan por el simple gusto de encarnar a su personaje favorito. Y aunque es innegable que es imposible no maravillarse con el trabajo de muchos de los "ídolos del cosplay" (porque hay que admitirlo, a pesar de todo lucen geniales), no hay que perder el norte: se trata tan solo de un hobbie.
Y nisiquiera eso, se trata de un mero complemento para darle algo de color a ese hobbie que tanto nos gusta. Disfrazarse siempre es divertido, siempre y cuando se tenga en mente que se trata tan solo de eso, de simple diversión y no de una vía para llegar a un estrellato de cartón y creerse mejores que los demás.