Reseña Disney Pixar: Cars 2

Por el 8.7.11
Cuando se confirmó Cars 2 para el 2011, se convirtió, oficialmente, en la primera película de Pixar que no me emocionaba. La sola idea de un mundo poblado sólo por autos llamaba mi atención y me llenaba de preguntas acerca de su mundo que jamás serán respondidas (como “¿por qué demonios tienen puertas para pasajeros si NO HAY pasajeros?”), pero me era virtualmente imposible sentirme identificado con un montón de coches vivientes que habitan un mundo sin humanos. ¿Una secuela de Cars? ¡¿PARA QUÉ?!

Pixar suele destacar de entre los demás por su habilidad de contar historias que combinan escenas conmovedoras con humor casi perfectamente. No está vez. Con Cars 2 toman otra ruta: un camino lleno de no-siempre-muy-buenos juegos de palabras relacionados con coches (como el restaurante “Gastow” en Francia o las llantas “Lassetires”) y acción combinada con acción y un aderezo de acción. Ésta película está ATASCADA de escenas de acción como cualquier otra película veraniega de Hollywood… sólo que ésta si tiene guión… y fue producida por Pixar… y es estelarizada por coches… antropomórficos que hablan, construyen casas con las necesidades arquitectónicas de los seres humanos, que se enamoran, se maquillan y comen sushis hechos de tornillos con wasabi… y toman agua…

Mientras que la primera es una oda al antiguo modo de vida estadounidense dentro de una historia de auto-descubrimiento (lo siento, tenía que hacerlo), Cars 2 termina siendo una típica película de espías de principio a fin. Lo tiene todo: agentes secretos, gadgets importantemente ridículos, Inglaterra, conspiraciones y la obvia canción de espías que se parece a todas las demás canciones de espías que se han compuesto. Pero, además de cambiar de género, también cambiamos de estrella

¿Se acuerdan de Lightning McQueen, el auto rojo de carreras que fue el protagonista de la uno (y cuya imagen está impresa en todo lo imaginable)? ¿Sí? Pues como su historia ya se contó en la uno, aquí queda relegado a personaje secundario. Por otro lado, Pixar espera que todos hayan quedado prendados del casi estereotipo de red-neck gringo, Tow Mater, porque Cars 2, es una oda a él y a su actitud de ser fiel a sí mismo (cosa que, de primeras, no me daba muchas esperanzas y menos con la voz que le “regalaron” a Mater en la versión doblada…)


La historia es tonta, simple, predecible y, más que nada, es la misma película de espías que hemos visto desde que se inventó éste género. Involucra a Mater acompañando a McQueen en un Grand Prix mundial, sólo para que “nuestra grúa favorita” (creo que nadie se imagina diciendo esa frase alguna vez en su vida) sea confundida por un espía americano y se vea inmiscuido en un plan malévolo que incluye controlar el más grande pozo de petróleo fósil en el mundo (lo cual quiere decir que, de alguna manera u otra, hubo alguna especie de dinosaurio en éste extraño e inexplicable universo automotriz). Desde ahí, es fácil imaginar en qué va acabar, más o menos qué va a pasar en medio, quién se enoja con quién y todas las formalidades. Pero ahí es donde entra John Lasseter, siendo el genio de espíritu infantil que es. No importa qué tan genérico pueda ser el guión, cuenta con una pequeña diferencia que hace que todo valga la pena: ESTÁ PROTAGONIZADA POR COCHES ANTROPOMÓRFICOS.

La misma cosa que me dificultaba tomar en serio a Cars, es lo que hace encantadora a su secuela. Cualquier cosa que cualquier espía común y corriente pueda hacer en alguna película llena de clichés, repentinamente se vuelve interesante y novedosa cuando es llevada a cabo por un auto. Por lo menos, se vuelve divertido.

Pero, al final del día, los personajes no dejan de ser lo que son: objetos con los que es difícil identificarse. Pocas veces se escucha a alguien decir “hoy me siento como una grúa destartalada con un buen corazón, buenas intenciones pero mente simple”. Sólo… sólo no. En la película logran ser lo suficientemente carismáticos y divertidos como para que queramos acompañarlos por dos horas y querer saber qué van a hacer, pero nunca sentí una conexión con ellos; no dejaban de ser máquinas de transporte con ojos y boca.

Y eso Pixar lo sabe. Ésta vez, en lugar de querer que nos involucremos en la historia de amor entre un coche rojo y uno azul, John Lasseter se aprovecha de esta “defecto” innato de sus personajes para llevar las cosas al límite. Aparentemente, sólo se puede considerar “violencia” cuando un ser humano o animal sale herido así que, dada la naturaleza de los personajes, podemos poner sin peligro: armas, metralletas, disparos, explosiones, llantas que representan los cadáveres de algún coche y, lo más impactante e inesperado de todo, MUERTES DE AUTOS. Literalmente podemos ver cómo un par de coches llegan al fin de su vida JUSTO FRENTE A NUESTROS OJOS. Pero, como luego luego nos avientan una escena colorida y animada, ni se notan… tanto.

En el apartado visual, por otro lado, Cars 2 es, por mucho, una de las películas más hermosas que he visto. Tuve la oportunidad de verla en un cine digital en 3D y mis ojos nunca antes se habían sentido tan contentos. La animación es fluida, de última generación y colorida como ella sola, Todo está muy bien cuidado y con un nivel de detalla impresionante. Hubo momentos en los que podía jurar que estaba viendo coches hechos por computadora corriendo en escenarios reales. Las escenas del Grand Prix sólo pueden ser descritos como “el mejor videojuego de carreras de la historia”. Bellísima; no hay otra palabra.

Al final del día, la misión de ésta segunda parte es, básicamente, ampliar el universo planteado por Cars. Esto contesta un puñado de preguntas que surgieron en la primera, pero desafortunadamente hizo que surgieran millones de interrogantes más, sobre todo si tomamos en cuenta que hasta hay un Papa móvil montado en un papamóvil, entre otras cosas inexplicables para los que solemos sobre analizar éste tipo de cosas.

Pero, dejando de lado éste tipo de cuestiones que parece que nunca serán respondidas, misión cumplida: Cars 2 es diversión pura; toma lo mejor de la primera y lo hace más grande, más ruidoso y más entretenido. Se nota que todos los involucrados (sobre todo John Lasseter y su niño interior) se divirtieron horrores haciéndola. Es mucho mejor que la original si me preguntan, aunque no llegue a los obscenamente altísimos estándares que Pixar ha marcado para películas animada. ¿Se acuerdan de los intros de Toy Story y Toy Story 3? Es lo mismo, sólo que más largo… y con más coches.

En resumen, la secuela de Cars se siente como ver a un niño de seis años jugando con todos sus juguetes en el suelo, haciendo ruidos de “vrooom” cada vez que sus coches vuelan por el piso y por el aire mientras se inventa una historia de espías en donde todos participan (con diálogos personalizados incluidos), sin importar marca, tamaño o universo. Ciertamente no es una actividad emocionalmente profunda o que desafía al intelecto, pero no deja de ser una experiencia divertidísima.