[Perfiles ANMTV] Winsor McCay, el Pequeño Nemo y Gertie: Los sueños que dieron forma a la animación
Por
Adrian Sandoval
el
15.5.22
¡Bienvenidos a una nueva sección! En Perfiles ANMTV repasaremos la vida, carrera y legado de varios de los grandes artistas detrás de nuestras obras y personajes favoritos, y en algunos casos, hablaremos también de la evolución histórica y artística de los personajes mismos y su influencia en la cultura popular. Por supuesto, para la primera entrega de ésta sección sentí que debíamos empezar desde el principio, por más redundante que suene. Y creo que el principio de la animación cómo la conocemos es lo ideal. Por supuesto, el único candidato que cumple con éstas características es nadie menos que el genial Winsor McCay. Artista de tiras cómicas y el tercer animador de toda la historia, también se volvió el primer gran artista laureado de ambos medios que llevó al máximo de su época el potencial artístico del medio tanto impreso cómo animado. Por supuesto, no dudo que no ubiquen su nombre, sobre todo considerando que estamos hablando de la primera figura relevante de ambos medios. Sin embargo, no dudo que después de ésta lectura, su nombre se les quede grabado. Acompáñenme entonces por éste sendero de los sueños, donde además hablaremos de una anécdota ochentera de una de las producciones más complicadas del cine animado.
Los humildes inicios de un GENIO
La fecha y lugar exacto de nacimiento de nuestro héroe no es un dato fijo ni exacto. Hasta donde se sabe, pudo nacer entre 1869 y 1871, se sabe que en Canadá (de padres de ascendencia escocesa, con nexos con la Logia Masónica), pero no exactamente donde. Al momento de morir, sus propios amigos afirmaron que ni el mismo McCay sabía exactamente que edad tenía. ¡Supongo que empezamos bién! Aunque su verdadero primer nombre era Zenas, siempre prefirió usar el segundo, Winsor (seguro porque sonaba más chévere) y originalmente su apellido se escribía cómo "McKay", pero debido a un chiste recurrente de su padre, eventualmente decidió registrar su identidad legal cómo "McCay", en honor a su progenitor, a quién también le debe su sentido del humor. ¿Que cuál era el chiste? Que en algún punto de su vida, su padre Robert iba a ser reclutado por otros tres McKay para formar un cuarteto de hombres escoceses que pelearían contra otro cuarteto del Clan Irlandés Magee. Ni lento ni perezoso, Robert "aclaró" que su apellido era McCay, con "C", declinando cortésmente la invitación. La anécdota quedó cómo chiste y el resto ya lo saben.
Winsor McCay en 1906
Su pasión por el dibujo empieza de una manera no menos peculiar que los datos que les acabo de dar. Durante un frío día; tras un incendio en su pueblo de crianza, el pequeño Winsor sintió el impulso de replicar las ruinas del lugar que se quemó, por lo que agarró un clavo del piso y de memoria comenzó a proyectar la imagen en la escarcha helada de un ventanal. Y de ahí no hubo vuelta atrás. Desde entonces, el joven Winsor se caracterizó por tener un nivel de dibujo excepcional, lo que sumado a una memoria fotográfica, aprendería a dibujar de tódo sin mayor dificultad. Cuándo su familia se mudó a Michigan, su padre lo inscribió para estudiar en la Universidad de Negocios de Cleary, a la cuál no asistía con regularidad y en cambio, prefería presentar sus habilidades de dibujo en público, cobrando 25 centavos la pieza, dándole a su padre la mitad de las ganancias. Eventualmente, captó la atención de John Goodison, quién quedó asombrado por su talento, pero al saber que éste era perfectible mediante clases profesionales, lo acogió cómo alumno en la Universidad de Michigan, dónde perfeccionó su sentido de la perspectiva.
En 1889, se muda temporalmente a Chicago, donde empieza su carrera cómo caricaturista político, época en la cuál satirizó a la clase política estadounidense y se convirtió en uno de los primeros críticos del "Imperialismo estadounidense" (es decir, de que los Estados Unidos imponen su influencia política y cultural en otros países). Al poco tiempo se mudó a Cincinnati, donde se presentaría nuevamente en público al mismo tiempo que hacía ilustración publicitaria, y le tocó presenciar una presentación del proyector Vitascope de Thomas Edison (bueno, era de alguien más, pero cómo casi todo en su carrera, Edison lo presentó cómo suyo), quedando maravillado ante lo que luego se convertiría en cinematografía. Luego de saltar de un lado a otro (incluyendo el hacer más caricaturas políticas en la revista Life), es contratado durante los primeros meses del siglo XX (en 1900) por The Cincinnati Enquirer, donde su trabajo alcanzó tal proyección, que para 1905 fue contratado por diversos periódicos de Nueva York de circulación nacional, en los cuáles hizo la transición a las tiras cómicas, con las cuales crearía personajes y narrativas más ambiciosas y encíma, experimentaría con el hasta entonces desaprovechado formato. Varias de sus tiras alcanzaron una gran popularidad entre los lectores, ya fuera por lo cómicas o por lo excepcional de sus ilustraciones, que nada le tenían que envidiar a las historietas de Marvel, DC, Disney, Italia, Bélgica o Japón que vendrían décadas después.
Caricatura en la que critica a Estados Unidos y la guerra contra Filipinas (1899)
Tira de "Little Sammy Sneeze" la cual se basaba en los estornudos catastróficos de su personaje titular
(24/09/1905)
De todas ellas, las aventuras del Pequeño Nemo fueron las más populares, debido a la combinación de ambos factores. En cada tira (todas dominicales, y por lo tanto; a todo color), el titular Nemo se iba a dormir cómo todo ser humano, pero su imaginación hiperactiva infantil lo llevaba a viajar a la Tierra de los Sueños, donde vivía breves situaciones jocosas o aventuras emocionantes (y surreales) en compañía del Payaso Flip (un payaso enano de cara verde con un perpetuo puro en la boca), el amigable aborigen africano Impie (sí, su diseño envejeció mal), la Princesa de la Tierra de los Sueños (quién nunca ocultaba un enamoramiento precoz por el titular) y el Doctor Pill (el inventor y medico oficial del Reino), siempre despertando al final para caerse de la cama, o ser reprendido por sus padres, que ante tanto ruido involuntario de la criatura, pensaban que seguía despierto a altas horas de la noche.
"Little Nemo in Slumberland" del 22 de octubre de 1905
Tira del 29 de septiembre de 1907
Tira del 26 de julio de 1908
Considerada su obra maestra impresa, McCay se inspiró para el Pequeño Nemo en su hijo Robert (nombrado así nuevamente en honor a su padre). El nivel de detalle en cuánto al dibujo y el color, sumada la experimentación del formato y su creatividad visual, catapultó a nuestro héroe a un nivel nunca antes visto en el medio, por lo que para 1906, apenas un año después, ya habían propuestas para adaptar al teatro su tira cómica, a la vez que comenzó a hacer presentaciones en los circuitos del vaudeville haciendo "chalk-talks", los cuáles consistían en hacer dibujos simples frente a un público, para luego agregar ciertos detalles para convertir ésas ilustraciones en algo completamente nuevo, y hacerlo una y otra vez para así obtener una ilustración final bién elaborada. McCay era alguien que gustaba demostrar sus talentos, y sus chalk-talks consistían en hacer todas las ilustraciones con la misma línea con la que había empezado, siempre finalizando con una ronda de aplausos. Graciosamente, siempre se llevaba consigo a su hijo Robert, quién lo acompañaba al escenario vestido del Pequeño Nemo.
El salto a la animación y el amargo final
Antes de continuar, vamos a retroceder al año 1900, el inicio del Siglo XX. Ése año, luego de colaborar durante algunos años en cintas experimentales, Thomas Edison ayudaría al artista, actor y emergente director J. Stuart Blackton a realizar la que es considerada la primera pieza de animación jamás hecha: The Enchanted Drawing, la cuál en sí misma era una simple rutina de chalk-talking, pero que gracias a ciertos trucos de cámara, sumado a las primeras técnicas arcaicas de lo que años después serían la animación tradicional y stop-motion, Blackton se las arregla para interactuar con su dibujo de un hombre calvo al cuál le dibuja un sombrero, un puro, un vaso de licor y una botella de, bueno, licor, para luego sacarlas del dibujo y disfrutarlos él mismo, pero ante la frustración de su propia creación, le devuelve su prenda y sus vicios para verlo nuevamente alegre.
La corta cinta experimental sorprendió a muchos, y para 1907 recibiría una secuela espiritual en la forma de Humorous Phases of Funny Faces, la cuál trató de aproximarse más a lo que conocemos hoy cómo animación tradicional, con Blackton haciendo una nueva rutina de chalk-talking, pero sólo apareciendo su mano de vez en cuándo. Blackton así se convertiría en el primer animador de la historia. En 1908, en Francia, el caricaturista parisino Émile Cohl daría otro paso adelante con Fantasmagorie, la cuál ya nos muestra el primer caso de animación tradicional, mostrando una simple pero carismática secuencia en la que varios objetos y personajes van adquiriendo distintas formas. Éste filme llegaría a los Estados Unidos en 1909. Todo ésto sería un precedente para lo que sería junto al Pequeño Nemo el mayor legado de McCay.
Inspirado por los folioscopios que su hijo Robert llevaba a su casa, el siempre visionario Winsor se dió cuenta de que sus propios personajes podrían cobrar vida de alguna forma. Desde su debut, varias fueron la ofertas que recibió McCay para adaptar al teatro su tira cómica de ensueño, y finalmente se logró en 1908. Lamentablemente, y a pesar de ser todo un éxito crítico, los altos costos de producción para adaptar las surreales aventuras de Nemo hicieron que el proyecto viera serias pérdidas monetarias, una experiencia que sería sufrida por Walt Disney décadas después. Y si a ésto sumamos que McCay quería ver a sus personajes cobrar vida y no tanto el ser interpretados por actores, tenemos cómo resultado a un hombre que aplicó la de "si nadie más lo hace bién, hazlo tú mismo".
Y así, con la ayuda del mismo Blackton, McCay se puso manos a la obra e hizo él sólito una secuencia en la que aparecen interactuando los personajes de Flip, Impie, Nemo, la Princesa y el Doctor Pill. Para introducir ésta al público, Blackton filmó el corto Little Nemo, el cuál incluía una secuencia ficticia en la que McCay le asegura a sus colegas ilustradores que podrá hacer en un sólo mes que sus personajes se muevan creando 4000 dibujos en los que éstos cobrarán vida gracias a las maravillas del cine, a la vez que se muestra el complicado proceso. El corto se estrenó en 1911, maravillando a tódo el que lo veía. McCay estaba haciendo historia. Tal fue el éxito del corto, que McCay no sólo coloreó cada uno de los 4000 dibujos para un posterior relanzamiento, si no que también comenzó a presentar su secuencia en sus actos de vaudeville, donde la mayoría quedaba genuinamente asombrada.
"Little Nemo" de 1911
Y digo la mayoría, debido a que los más incrédulos no concebían que algo así fuese cierto. Algunos incluso acusaron a Winsor de usar títeres (irónico, siendo que el titeretísmo ES una técnica de animación, pero ustedes entienden). Fue ahí que el primer genio de la animación decidió hacer algo nunca antes visto, algo grande. Y necesitaría la ayuda de una criatura GRANDE para demostrar que el arte que estaba ayudando a crear no erán simples patrañas. Fué así que en 1914, McCay decidió cerrarle la boca a aquellos que lo subestimaron, y creó el corto de Gertie la Dinosaurio, el cuál fué tanto el primer corto que presentó a la primera gran estrella de la animación (la titular Gertie, y sí, es hembra), el primer corto en presentar un escenario de fondo (que, por ser precisamente el primero, requirió que éste fuera dibujado para cada fragmento de filme) y, graciosamente, el primer producto animado en mostrar a un humano interactuando con un personaje animado.
¿Que "cómo así"? Pués, el corto de Gertie fue diseñado específicamente para su rutina de vaudeville, y en el mismo, McCay proyectaba la cinta y actuaba a tiempo con el personaje titular, una gracia de brontosaurio de personalidad un tanto malcriada a la cuál domaba cómo a un león en el circo. En éste, McCay regañaba a Gertie por su desobediencia, ésta lloraba por sus reprimendas, pero se contentaba nuevamente al recibir una calabaza cómo muestra de perdón, se espantaba de un mamút llamado Jumbo, se distraía por un monstruo marino que aparecía de fondo, saludaba al público y la presentación concluía con McCay "entrando" a la cinta y yéndose a dar un paseo con su fiel sauropodo. Tódo ésto en 1914. El ingenio revolucionario de McCay era tal que el gran Chuck Jones comentaría en retrospectiva que sus dos cortos erán cómo "si la primera criatura en emerger dentro de la cadena evolutiva hubiese sido Albert Einstein y la siguiente una simple ameba", ya que para ir más lejos que él, fueron necesarios otros 20 años.
En su versión cinematográfica, McCay recurriría a una trama similar al corto anterior, en el que tras sufrir una avería el auto en el que él y otros amigos caricaturistas viajaban en lo que salían a almorzar, deciden visitar el museo que está cerca, y el siempre intrépido Winsor apuesta a que podrá hacer que los dinosaurios vuelvan a caminar sobre la tierra con su ya conocido proceso de animación, dibujando en el lapso de seis meses 10.000 dibujos:
"Gertie the Dinosaur" de 1914
Cómo dato adicional, nuestros amigo Winsor adivinó con su perspectiva artística ciertos comportamientos de los dinosaurios que para la época todavía no se descubrían. Principalmente, para la época se creía que erán criaturas que vagaban la tierra sin rumbo ni instintos, similares a los bichos, pero varios años después se comprobaría que sí tenían un instinto de supervivencia y longevidad y que muy probablemente pudieran plasmar sentimientos similares a los animales de nuestra época. También, los sauropodos sí tragaban grandes rocas cómo una manera de ayudarse con su digestión de los alimentos. ¡No era ni adelantado el hombre! Por supuesto, ante tales éxitos, muchas personas instaron al primer genio de la animación a patentar su estilo de producción, pero por amor al arte y sabiendo que algo así no debía de ser recluido ni mucho menos puesto a la venta cómo una licencia, se negó rotundamente, afirmando que "cualquier idiota que sea capaz de hacer miles de dibujos en secuencia y tenga conocimiento sobre la edición fílmica, es libre de unirse al club". De hecho, ésa es la razón por la cuál él mostró parcialmente en los cortos el proceso de animación, para así incentivar a nuevos artistas a unirse.
Lamentablemente, de manera similar a cómo Nikola Tesla se vió legalmente coartado por Thomas Edison, a McCay le tocó ser víctima de su altruismo artístico. J.R Bray, otro caricaturista, creó ése mismo año el primer corto sin secuencias actuadas por actores titulado Colonel Heezah Liar's African Hunt. Tras obtener un éxito similar al de McCay, quiso adaptar sus libros de The Teddy Bears (adaptación ilustrada de los ositos de peluche), pero para los planes que tenía en mente (un corto tan largo que le llevaría 112.000 dibujos), se escabulló en el estudio de McCay (haciéndose pasar por periodista) para ver cuál era el truco para hacer tan buena animación, sólo para ver que no había truco, sólo perseverancia. Así, para no tener que morír en el intento, decidió crear la técnica de la animación en papel de calcado (luego evolucionado a animación en "cels") para tener un sólo escenario dibujado y así animar sobre el mismo únicamente a los personajes y los objetos con los cuáles interactuarían, reduciendo así el tiempo de producción considerablemente, lo que obviamente comenzó a ser imitado. Lo malo es que, faltándole el mismo nivel de ética de McCay, Bray no dudó en patentar su éstilo de producción y obligó a tódo el naciente gremio de la animación a pagar por la licencia. Cuándo McCay comenzó a usar ésta técnica, no pasó mucho tiempo para que le llegara el "Cese y Desista". Desilusionado con tal movida, McCay prefirió retirarse de la animación, sólo regresando a ratos cuándo tenía una idea muy buena.
Pero su desilusión no fue sólo con la animación, el mercantilismo rampante comenzó a apoderarse del negocio de las tiras cómicas y varias veces McCay sentía que no le pagaban lo suficiente. Eventualmente renunció al New York Herald e ingresó al New York American, dónde a pesar de conservar los derechos de sus personajes, no pudo conservar el título de Little Nemo's Adventures in Slumberland, por lo que tuvo que renombrar la tira a In the Land of Wonderful Dreams, aunque volvería años después al Herald. Tal fue el efecto de éstos malos tratos que en sus caricaturas políticas comenzó a denunciar la explotación laboral y el industrialismo (así cómo al belicismo).
Caricatura de finales de los años 20s donde critica el encarecimiento de la vida y su efecto en la familia estadounidense promedio.
Todo ésto llegó al punto de que en 1927, McCay fue invitado a una cena en su honor en Nueva York, la cuál fué hecha por el gremio animado con la intención de celebrar su labor cómo el primer gran animador (también fue la noche en que se exhibió el primer corto de naturaleza erótica, aunque con motivos humorísticos). En cierto momento de la noche, un entonces joven y emergente Max Fleischer (quién se metió de lleno en la industria cautivado por los cortos de McCay) le pidió dar algunas palabras, en las cuáles habló sobre los humildes inicios del medio y dió algunos consejos. Sin embargo, al notar que casi nadie en el público le prestaba atención, y que por el contrario, estaban varios hablando entre éllos de futuras inversiones en la industria, con mucha indignación, pero manteniendo la compostura y clase, exclamó unas palabras que resonarían en tódo el gremio dentro y fuera de ésa cena:
"¡La animación es un ARTE! Así la concebí. Pero por lo que yo veo, lo que han hecho ustedes con el medio, compañeros, es convertirlo en un negocio. ¡Ya no es un arte, sino un NEGOCIO! ¡Que mala suerte!"
Éstas palabras impactaron al joven Fleischer, que las escuchó casi en el oído, y fue ahí cuándo se decidió a que debía ayudar a la animación a ir lejos. Por otro lado, tiempo después, McCay volvió a expresarse de la misma manera en la radio, y fué ahí cuándo su otro gran fanático, un joven animador emergente llamado Walt Disney, se tomó a pechó lo que dijo e hizo el mismo juramento silencioso. Sin darse cuenta, McCay influenció la primera gran rivalidad de la industria animada, pero no viviría para verla...
A pesar de que gozó de muy buena salud durante casi toda su vida, repentinamente, el 26 de julio de 1934 comenzó a sufrir de un fuerte dolor de cabeza. Para su horror, su mano derecha (su fiel compañera con la cuál dibujaba) se vió completamente paralizada, y cuándo menos se vino a dar cuenta, colapsó. Fue declarado muerto ésa misma tarde, víctima de una embolia cerebral en sus 60s. Hubiese vivido 10 años más y hubiese visto a Blancanieves y los Siete Enanos, Pinocho, Fantasía, Dumbo, Bambi, el Superman de Fleischer, las peleas de Popeye contra Simbad y Alí Babá, a Bugs Bunny, a Tom y Jerry y los cortos de Tex Avery. Todas grandes piezas artísticas que nunca hubiesen sido sin su influencia.
El intento de llevar al siguiente nivel los sueños de Nemo
Antes de cerrar, siento que es imposible hablar de Winsor McCay y el pequeño Nemo sin hablar de la adaptación cinematográfica de éste último, la cuál es conocida no tanto por la obra en sí misma, si no por cómo se hizo, quiénes se llegaron a involucrar y los videojuegos que se derivaron de su trama. Para los años 70, Yutaka Fujioka se había vuelto presidente de Tokyo Movie Shinsha (actual TMS Entertainment). Fujioka era un hombre soñador y ambicioso, y sintiendo que la industria de la animación en Japón no terminaba de despegar cómo su potencial así lo pedía, se puso a pensar en cómo el estudio que presidía podía ir más lejos. Fué ahí que se dió cuenta que la respuesta estaba en el cine. Pero no se trataba de solamente hacer películas animadas, éstas debían estár a la altura de lo visto en Estados Unidos, por lo que sintió que una co-producción entre Japón y Estados Unidos era la respuesta. Por lo tanto, decidió fundar la división Telecom Animation Film (con la cuál TMS se especializaría en la práctica del outsourcing) en 1975, y después de varios intentos, se hizo con los derechos cinematográficos de Little Nemo en 1978 (actualmente la tira y sus personajes se encuentran en el dominio público). Fujioka escogió la tira por lo conocida que era en Estados Unidos y porqué la familia de McCay trató de adaptar a largometraje a sus personajes durante mucho tiempo.
Sin embargo, es más fácil soñar que hacer, por lo que la mayoría de los animadores japoneses, apenas experimentados en animación limitada para TV, todavía no estaban capacitados para animación de nivel cinematográfico. Es por éllo que el estudio luego produciría los filmes El Castillo de Cagliostro (segunda entrega cinematográfica de Lupin III y debut directorial cinematográfico de Hayao Miyazaki) y Jarinko Chie (de Isao Takahata), para así entrenar a sus animadores en animación fluida y mostrarlas en festivales internacionales de animación para así atraer colaboración extrajera para la película de Nemo. Tras conseguir a colaboradores interesados dentro de Estados Unidos, empezaría la producción de la película... lo que duraría 10 largos años.
La película lamentablemente estuvo llena de problemas debido principalmente al enfoque creativo que ésta tendría, y durante su década de producción, grandes nombres del cine y la animación tanto estadounidense cómo japonesa se involucraron, la gran mayoría sin quedarse para su finalización. Entre los nombres que les puedo mencionar se encuentran George Lucas (creador de Star Wars e Indiana Jones), Chuck Jones (uno de los directores más aclamados de los Looney Tunes y creador del Coyote y el Correcaminos), Ray Bradbury (uno de los escritores más influyentes de la fantasía, horror y ciencia ficción del Siglo XX), Hayao Miyazaki (co-fundador de Studio Ghibli y director de filmes cómo Mi Vecino Totoro y La Princesa Mononoke), Isao Takahata (otro co-fundador de Ghibli y director de La Tumba de las Luciérnagas y El Cuento de la Princesa Kaguya), Brad Bird (director de El Gigante de Hierro, Ratatouille y las dos entregas de Los Increíbles), Chris Columbus (director de las primeras dos entregas de Harry Potter), Osamu Dezaki (director de la serie y película tanto de Remi: el Niño de nadie cómo de Space Cobra y los OVAs y primera película de Black Jack), Jerry Reed (director de La Tostadorcita Valiente), Andy Gaskill y Roger Allers (directores de El Rey León), Frank Thomas y Ollie Johnston (dos de los "Nueve Hombres Viejos" de Disney) y los Hermanos Sherman (responsables de las canciones de Mary Poppins, El Libro de la Selva y Los Aristógatos). Varias versiones de la película fueron planteadas por casi todos, y para tratar de ver cómo se vería el resultado final, se realizaron cuatro pilotos animados (de los cuáles sólo los primeros tres están disponibles para el público, con el cuarto jamás liberado y agarrando polvo en la librería de TMS).
Tres de los cuatro pilotos del "Little Nemo" de TMS (1980-1987)
El Pequeño Nemo en la Tierra de los sueños finalmente fue finalizada en 1988 bajo la dirección de Masami Hata y William Hurtz (quiénes se retirarían de la industria después de la película), y fue estrenada en 1989 en Japón y en 1992 en los Estados Unidos. Contó con un doblaje latinoamericano realizado en Los Ángeles y la participación de Erika Robledo cómo Nemo, Manuela Cabral cómo el Profesor Genio, Víctor Mares Sr. cómo Flip y Rocío Robledo cómo la Princesa Camille. Aunque fue bién recibida por la crítica, lamentablemente fue un fracaso en la taquilla de ambos países, lo que sumado al mismo destino que sufriría la legendaria Akira justo el año anterior, Yutaka Fujioka decidió hacerse responsable, por lo que decide renunciar a TMS y retirarse de la industria animada. Desde entonces, TMS ya no realiza filmes demasiado ambiciosos y sólo se limita a hacer continuas entregas de sus franquicias consagradas (cómo Lupin III y Detective Conan). Actualmente, la película está disponible en el canal oficial de YouTube de TMS (no valido para Sudamérica) y Prime Video. También, dos juegos basados en la película desarrollados por Capcom serían lanzados para NES/Famicom y máquinas arcade respectivamente. Moraleja: no sólo de soñar vive el hombre.
Epílogo
Y así finaliza la historia de Winsor McCay. Un hombre que aportó mucho al arte de la animación y al que con ésta pequeña columna quise rendir homenaje. Su legado no ha pasado desapercibido. Chuck Jones afirmó que, sin duda alguna; "las dos personas más importantes en la animación son Winsor McCay y Walt Disney, y no estoy seguro de quién debería ir primero." Bueno, el mismo "Tío Walt" estaría de acuerdo con que McCay merece la primera posición. Luego de invitar a su hijo Robert a conocer Walt Disney Pictures para pedirle asesoría en un homenaje que le rediría a Winsor en su programa Disneylandia, al ver que Robert estaba maravillado con lo que veía en el estudio, tuvo uno de sus conocidos episodios de melancolía y le expresó al hijo del primer genio de la animación las siguientes palabras: "¡Cielos Bob, tódo ésto debería ser de tu padre!"
En la actualidad, los premios Annie, que premian lo mejor de la animación cada año, entregan el Premio Winsor McCay a las grandes figuras cuyas carreras representen importantes aportes a la industria e historia de la animación, cómo una manera de celebrar la carrera de quiénes lo reciben. Entre sus depositarios se encuentran varios de los mencionados en ésta columna, cómo Disney, Fleischer, Miyazaki, Takahata, Jones, Avery, Bird y los Nueve Hombres Viejos, así cómo gente de la talla de Friz Freleng, Bob Clampett, Bill Hanna y Joe Barbera, Ralph Bakshi, Osamu Tezuka, Willis O'Brien, Ray Harryhausen, Don Bluth, Matt Groening, Tim Burton, Bruce Timm, Genndy Tartakovsky, Stephen Hillenburg y muchas otras leyendas. Graciosamente, el mismo McCay recibió póstumamente el premio con su nombre al tercer año de estarse entregando. Muy apropiado, considerando su vida.
Espero que les gustara ésta columna, así cómo la nueva sección. Más adelante hablaré de otras grandes leyendas del arte, tanto reales cómo ficticias. Pero hoy, démonos el tiempo de recordar, o mejor dicho, conocer sobre el hombre que se atrevió a lo que realmente pocos hacen: darle vida a los sueños.
©2022 Adrian Sandoval